El Abogado y la Palabra

Si las palabras están hechas de aliento y el aliento es vida,

no tengo yo vida ni aliento, para contar a nadie lo que me has dicho.

W. Shakespeare, Hamlet.

Vamos a discurrir y, sobre todo, a introducirnos en una práctica que tiene que ver con una de las funciones de los instrumentos más preciosos de la profesión jurídica: el ejercicio de la abogacía. Para la presente reflexión hemos elegido los conceptos de: abogado y palabra.

Evidentemente se trata de que la imagen más poderosa, más eficaz que puede ofrecer una persona es la que brota de sí misma, sin que haya que acudir a ningún recurso externo, y eso está principalmente  en lo que se llama el fenómeno de la oralidad, es decir, de la capacidad y técnica de presentar el mensaje intelectual a través de esa emisión sonora que es la palabra.

Y ciertamente, en la palabra se proyecta la imagen más profunda y más reveladora de lo que uno es. La palabra es uno de los instrumentos más preciosos de la profesión del abogado, no en vano el término “palabra”, curiosamente desde su sentido profundo, nos viene a nosotros de la lengua griega parabole, que literalmente significa “proyectil”. Es decir, nuestra palabra viene a ser ese disparo sonoro que explota así en el cañón de la boca, si vale la comparación, después de haber sido pasado por la fábrica de armas de nuestro cerebro.

No cabe duda de que la fuente primaria de nuestro conocimiento exterior es el modo en cómo nosotros nos expresamos, y que es lo que en el terreno de los juristas se llama la palabra total, la palabra entera.

Un abogado cuando sube a estrados, no es solo la emisión sonora del material que proyecta sino el modo como ese material suena en su totalidad. Y sonar significa que la palabra debe ser el resultado de la interrelación de factores como: Una idea clara, la selección del término adecuado para el caso concreto, un estilo y ornato adecuado, el apoyo de figuras retóricas… Pero a su vez, esa palabra debe ir necesariamente acompañada de un sentimiento, de un valor. Por ello, el abogado debe valerse también del gesto, de la mirada, de una voz emocionada…, de esos ritmos y ademanes que nos unen a símbolos ancestrales a través de nuestras manos o el rostro. Así, palabra y gesto, van a contribuir a que aquello que digamos penetre como un perfecto cuadro en la mente del juzgador y del auditorio.

Detalle de Escuela de Atenas

El neoclásico Apuleyo cuenta en Las Floridas que Sócrates, mirando cierto día a un  joven que le acompañaba en completo silencio, se dirigió a él para decirle: Habla  para que te vea. Para él, efectivamente, callar equivalía a no dejarse ver.  Concebía la palabra como la gran estrategia de la visibilidad humana.

Por otro lado, en El Banquete, de Platón, hay un diálogo crucial para entender la  dimensión de la palabra como estrategia de la visibilidad humana.

Ya Catón, el censor, en el siglo II. a C., en sus Orationes nos presenta al orador.  Según su más que famoso precepto, debía ser un hombre probo y  recto, hábil con  la palabra “vir bonus dicendi peritus”.

Y en las Partidas, el Titulo VI de la Partida Tercera se dedica a los abogados, y en  él la “Ley Segunda” reza del siguiente modo:

     Bocero es ome que razona pleito de otro en juyzio, o el suyo mismo, en demandando,      o en respondiendo. E ha assi nome, porque con boces, e con palabras vsa de su oficio.

Detalle de  la Escuela de Atenas de Rafael

La idea que se reitera es la de razonar los pleitos. El abogado es el que razona un pleito de otro en juicio y, como lo hace con la palabra, recibe la denominación de ad vocatus.

Vemos como la profesión del abogado ha tenido y sigue teniendo su apoyo y fundamento en  la oralidad, en la palabra. Ambos irán juntos en ese largo caminar en la defensa de los ciudadanos. Igual que la “parresia” de los griegos, se desarrolla con el nacimiento de la  democracia, que es la santificación, valga la expresión, del derecho a exponer de todo ciudadano, de la libertad de palabra, expresión y lenguaje. Sin ataduras, sin coacción, sin censura previa y violencia.

Autor: Antonio Guerrero

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